lunes, 8 de septiembre de 2008

Manchate un ratito...

Buenas nuevas! mis queridos lectores hoy es un buen día para compartirles una historia fuera de juicio.


obviamente hablo de don quijote de la mancha, una historia que me ha llevado a perder mi juicio y no esta de mas decirlo me mata de risa... no puedo negar que hay palabras que definitivamente no entiendo ni papa, pero gracias a dios existe un diccionario (bendito sea el creador del diccionario!).

En fin... solo les hago una incitación para todos aquellos que necesitan salirse de lo rutinario y deseen perder el poco juicio que se tiene. Y también disfrutar de bellas fraces y casos cotidianos pero mi estimado caballero de la mancha hará de ello un caos. En serio se los recomiendo!

les dejare una partesota! que me encanto... se que se ve demasiado pero esta parte llega hasta lo mas razonable de la realidad. Es de una historia de Grisostomo y Marcela (de esta muchacha que fue juzgada por que no correspondió a Grisostomo) y ella responde a la multitud...



A los que he enamorado con la vista he desengañado con las palabras; y si los deseos se sustentan con esperanzas, no habiendo yo dado alguna a Grisóstomo, ni a otro alguno, el fin de ninguno de ellos, bien se puede decir que no es obra mía que antes le mató su porfía que mi crueldad; y si me hace cargo que eran honestos sus pensamientos, y que por esto estaba obligada a corresponder a ellos, digo que cuando en ese mismo lugar donde ahora se cava su sepultura me descubrió la bondad de su intención, le dije yo que la mía era vivir en perpetua soledad, y de que sola la tierra gozase el fruto de mi recogimiento y los despojos de mi hermosura; y si él con todo este desengaño quiso porfiar contra la esperanza y navegar contra el viento, ¿qué mucho que se anegase en la mitad del golfo de su desatino? Si yo le entretuviera, fuera falsa; si le contentara, hiciera contra mi mejor intención y por supuesto.


Porfió desengañado, desesperó sin ser aborrecido: mirad ahora si será razón que de su pena se me dé a mí la culpa. Quéjese el engañado, desespérese aquél a quien le faltaron las prometidas esperanzas, confiese el que yo llamare, ufánese el que yo admitiere; pero no me llame cruel ni homicida aquel a quien yo no prometo, engaño, llamo, ni admito.


Este general desengaño sirva a cada uno de los que me solicitan de su particular provecho, y entiéndase de aquí adelante, que si alguno por mí muriere, no muere de celoso ni desdichado, porque a quien a nadie quiere, a ninguno debe dar celos, que los desengaños no se han de tomar en cuenta de desdenes. El que me llama fiera y basilisco, déjeme como cosa perjudicial y mala: el que me llama ingrata, no me sirva; el que desconocida, no me conozca; quien cruel, no me siga; que esta fiera, este basilisco, esta ingrata, esta cruel y esta desconocida, ni los buscará, servirá, conocerá, ni seguirá, en ninguna manera.


Que si a Grisóstomo mató su impaciencia y arrojado deseo, ¿por qué se ha de culpar mi honesto proceder y recato? Si yo conservo mi limpieza con la compañía de los árboles, ¿por qué ha de querer que la pierda, el que quiera que la tenga, con los hombres¿ Yo, como sabéis, tengo riquezas propias, y no codicio las ajenas: tengo libre condición, y no gusto de sujetarme; ni quiero ni aborrezco a nadie; no engaño a este, ni solicito a aquel, ni me burlo con uno, ni me entretengo con el otro. La conversación honesta de las zagalas de estas aldeas, y el cuidado de mis cabras me entretiene.

Autor. Miguel de Cervantes

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